“¿Quién debe de
alabarnos?
Otras personas pero nunca tú: “La verdad es que soy el mejor en realidad. Nadie me mete las manos en lo que yo hago. Yo soy el mejor orador, la mamacita de Tarzán, el máximo comunicador”—se expresó de sí mismo Deucalión, lleno de mucha altanería. Eulogia le replicó con sabiduría: “¿Por qué te alabas? ¿No sabes que al hacerlo para los demás ya no eres nada?”—y tan sólo consiguió el rechazo el pedante de Deucalión. ¿Qué piensa maestro de esta situación?”—preguntó Aurelio con emoción. Su maestro, el sabio Gaudencio le dijo para su satisfacción: “Es mejor que te alabe el extraño o tu compañero, aún tu amigo y no que lo hagas tú mismo” Cuentos del Reino; Daniel Aragón; “Es mejor que te alabe el extraño o tu amigo, pero no tú mismo”; 18-03-2023.
Una
persona que se alaba a sí mismo cae muy mal y causa rechazo y repulsión a los
demás. Es que quien lo hace es porque pensando en él, no puede esperar que los
demás testifiquen de su buen proceder. Se cree el mejor y el que debe de tener
toda esa honra. Pero nadie puede testificar por sí mismo. Sin embargo, cuando
lo hace otra persona, eso sí es notorio y de renombre. “Alábete el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los labios
tuyos.” Pr.27:2.
Padre, Jesucristo mismo nos dio testimonio de no alabarse a sí mismo. Otros lo nombramos con bien y damos testimonio de Él. Que siga siempre ese ejemplo y que nunca se me ocurra adularme para tu gloria y mi bien, en el nombre de Jesús, amén. Tu hermano y amigo Daniel Aragón. Feliz día en el Señor.
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