¿Qué pasa cuando
se levantan tormentas en nuestras vidas?
En nuestra barca
viaja Jesucristo, Él las calma y trae paz a nuestras vidas: “Maestro
Gaudencio, es que usted no sabe cómo me siento.
Estoy muriendo por dentro, el dolor es atormentador, ya no lo aguanto
Señor. No esperaré más, responderé a mi manera, no aguanto esta tempestad”—Gritó
Eustaquio, nuestro buen muchacho. Mas
así le dijo el sabio: “Se te hace una amalgama de sentimientos dentro de tu
alma. Un nudo fuerte en el estómago, cuando
el dolor es insoportable, te quedas atontado, no ves afuera la belleza y el
paisaje. Le pides a Dios que de esa
tormenta te saque, y aunque sigues sufriendo por alguna razón, no recaes. Y cuando
ya no aguantas más las olas del mar, viene Él y te calma la tempestad” Cuentos del Reino; Daniel Aragón; “El dolor
pasará, el calmará tu tempestad”; 18-11-2017.
Cuando
en tu relación has dejado dormir al Señor, la tormenta no se hace esperar. El sufrimiento es fuerte: lloras, constantemente
sollozas, tus pensamientos son un tormento.
Hay desvelos y aunque hablas con Dios, no parece que al final de la
oración te sientas mejor. Nada tiene sentido y pierdes la perspectiva de tu
vida. Todo parece ir a la deriva. Entonces
no tienes alternativa: gritas, amenazas, tiemblas, lloras en los rincones como
niño (a) sin razones. Y entonces Él se
despierta y en un momento para la tormenta.
“Pero mientras navegaban, él se
durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y
peligraban. Y vinieron a él y le despertaron,
diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento
y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.”
Lc.8:23.24.
Padre,
sé que cuando me siento así, es por falta de fe. Porque no veo tu protección, tus planes, ni
tus propósitos. Leo a Cristo y Él se
convirtió en un varón de dolores, en alguien experimentado en quebrantos, que a
pesar de la terrible tempestad, siempre vio tu voluntad. Que no me digas: “Y
les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? (25)”, sino que de Ti la adquiera en el
nombre de Jesús, amén. Tu hermano y
amigo Daniel Aragón. Feliz día en el Señor.
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