¿Si la oración nos
libera de males, por qué dejamos de orar?
Por rebeldía, por
comodidad, por confiarnos: ¿Ya has orado ante tu situación? ¿Le has puesto todo esto en manos del Señor?
—preguntó interesado Gaudencio. Eulalio
respondió casi de inmediato: “¿Por qué he de hacerlo? ¿Es que acaso no puedo este problema
resolverlo? ¿No le veo ninguna ciencia hacerlo?”—contestó de forma irónica el
joven. “Escucho ironía en tu forma de contestar,
eso es señal de rebeldía para no querer orar. Una peligrosa forma de pensar y
actuar. Sigue así, y te he de ver luego
llorar” Cuentos del Reino; Daniel
Aragón; “Las excusas para no orarle al Señor”; 21-11-2017.
Muchas
veces no oramos por nuestra necia rebeldía corrosiva. O bien, porque estamos
cómodos con las bendiciones que Dios nos ha dado, entonces nos preguntamos;
¿para qué afectarlo? Otras veces no lo
hacemos por confiados. Creemos que por
esta vez no es necesario. Así vamos llegando de una mala situación, a una
situación peor. Hasta que de pronto sentimos
que hemos caído a un precipicio, y nos hemos aferrado con una mano a una rama o
un pedazo roca saliente para no precipitarnos.
Entonces oramos. “Cuando los
Sidonios, los Amalecitas y los Maonitas los oprimían, clamaron a Mí, y Yo los
libré de sus manos.” Jue.10:12. (versión NBLH: Nueva Biblia Latinoamericana de
Hoy).
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