¿Qué
hace el impío cuando se le corrige?
Endurece
su rostro: “Mira
lo que te ha traído, ¿es qué no entiendes hasta dónde te has metido? Tus
actitudes te llevan hacia la desgracia, ¿por qué no pones de tu parte y cambias
el rumbo de tu marcha?”—le amonestó con cierta dureza, el padre de Esculapio.
Se endurecieron los músculos de su cara y puso una faz airada el muchacho. Sus
ojos parecían echar fuego, y hasta sus puños cerró, pero de pronto dio la
vuelta y de romplón se marchó. “¿Dígame maestro, ahí qué a mi hijo le
pasó?”—preguntó Tertuliano con aflicción. Su maestro, el sabio Gaudencio le
dijo con amor: “Cuando se corrige a un muchacho, hombre o mujer; si endurece su
rostro, impío es, no hay nada que hacer. Mas, si ordena sus pasos y con
humildad acepta su error, justo es, le irá mucho mejor” Cuentos del Reino; Daniel Aragón; “Ante la corrección los malvados
endurecen su rostro, no reconocen su error”; 29-10-2022.
Hasta en los gestos se conoce al hombre o la mujer que no quiere entender, o a los que sí desean su camino cambiar. Cuando en el corazón las palabras de corrección no son escuchadas ni creídas, el rostro se endurece y un rictus de disgusto y no aceptación se van a reflejar, generalmente en el mal humor. Pero, cuando son bien recibidas, hay seriedad, pero también paz y tranquilidad en esa faz. “El hombre impío endurece su rostro; Mas el recto ordena sus caminos.” Pr.21:29.
Padre, que mi rostro refleje siempre la
aceptación a tu reconvención, a tu exhortación. Porque ciertamente, si atiendo la amonestación con buen ánimo, podré
enmendar mi error y darte gloria Señor. En el nombre de Jesús, amén. Tu hermano
y amigo Daniel Aragón. Feliz día en el Señor.
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