¿En su gracia, qué
desea el Señor que hagamos nosotros a los demás?
Que no juzguemos,
ni señalemos: “Cuenta
una leyenda tradicional que cuando el Hijo de Dios expiró en la cruz, fue
directamente al infierno para salvar a los pecadores. El diablo se puso muy triste. -Ya no tengo
nada que hacer en este universo -dijo Satanás. -¡A partir de ahora, todos los
marginados, los que transgreden los preceptos, los que cometen adulterio, los
que no respetan las leyes religiosas, todos éstos serán enviados directamente
al Paraíso! Jesús lo miró y sonrió: -No
te preocupes -le dijo al pobre diablo. -Vendrán para acá todos aquellos que por
creerse llenos de virtudes viven condenando a quienes no siguen mi palabra.
¡Espera unos cientos de años y verás que el infierno estará más lleno que
antes!” Paulo Coelho; “Reflexiones Diarias”; CÓMO MANTENER EL INFIERNO LLENO;
pág.84.
Lo
anterior por supuesto es ficción. Pero,
reflexionemos: Si con nosotros derramó su gracia; pues siendo pecadores y
mereciendo la muerte no nos juzgó como deberíamos, ni nos pesó con su balanza
de justicia; por qué vamos nosotros a juzgar a los demás si no somos el Juez. Si hemos alcanzado un determinado nivel de
mejoría, si hemos llegado a crecer un poco acercándonos a la estatura de Cristo,
menos hemos de juzgar a los demás. Pues
si Él ordenó tal cosa, ¿cómo voy a atreverme a juzgar a los demás? “No
juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque
con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís,
os será medido.” Mat.7:1-2.
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