Declarando mi
pecado al Señor o ante otra (s) persona (s): “Me siento mal, no sé si me pueda
perdonar. He dañado, he maltratado, he herido a mi mejor amigo. Lo he desilusionado. Me dijo cosas importantes
sobre finanzas, me manifestó su confianza, ¿y qué hice? Divulgué esa
información y cuál fue el resultado: lo corrieron de su trabajo”—confesó angustiado
Aureliano. El sabio Gaudencio lo escuchó con atención y así se expresó: “Lo que
ahora padeces sin duda, se llama culpa. La
culpa es ese sentimiento negativo que sientes, por una acción nefasta
voluntaria o negligente, que ha causado daños a terceros. La culpa es
señalamiento interno y la única manera de liberarse de ella es confesar lo que
hiciste a Dios o a otra persona, y luego pedir perdón y reparar el daño que has
causado” Cuentos del Reino; Daniel
Aragón; “Al confesar nuestras faltas, nos liberamos de la culpa nefasta”;
28-01-2018.
Esa
limpieza interior, qué necesaria que es para nuestra salud emocional, psíquica
y física. Hay tantas cosas que nos agobian: Complejos, traumas, manías, deseos
ocultos, defectos, acciones malévolas, odios, resentimientos, amargura, etc.
Cuando logramos confesar esto delante de Dios o de otra persona, y le pedimos
perdón al Señor, nos arrepentimos de eso, Él nos libera de esa transgresión
perdona la maldad de nuestro pecado. Ahí
somos de la culpa liberados. “Mi pecado
te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a
Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah” Sal.32:5.
No hay comentarios:
Publicar un comentario