¿A quién se debe
de dar la gloria, aun cuando Dios nos use para cosas sorprendentes?
No a nosotros,
sino al nombre de Jesús, sea dada la gloria. “-No puedo volver al cielo sin
haberte concedido un milagro. Si no eliges, te verás obligado a aceptar uno.
(le dijo un ángel enviado por Dios a un hombre que a todos perdonaba). El
hombre reflexionó un momento, y terminó por responder: -Entonces, deseo que el
Bien se haga por mi intermedio, pero sin que nadie se dé cuenta -ni yo mismo,
que podría entonces pecar de vanidoso. Y
el ángel hizo que la sombra del hombre tuviera el poder de curar, pero sólo
cuando el sol estuviese dándole en el rostro. De esta manera, por dondequiera
que pasaba, los enfermos se curaban, la tierra volvía a ser fértil, y las
personas tristes recuperaban la alegría.
El hombre caminó muchos años por la Tierra, sin darse cuenta nunca de
los milagros que realizaba, porque -cuando estaba de frente al sol, tenía a su
sombra detrás. De esta manera, pudo vivir y morir sin tener conciencia de su
propia santidad.” Paulo Coelho, Reflexiones
Diarias, pág. 95; EL HOMBRE QUE PERDONABA.
Dios
sana, fortalece, levanta y derrama su Espíritu a través de sus escogidos, santos,
siervos del Dios Altísimo. Todo aquel
que cree que puede ser un instrumento del Señor, puede ser utilizado como tal
por Dios y llevar esperanza, alegría, sanidad.
Pero, sobre todo, salvación y vida eterna. ¿Estamos dispuestos a que Dios se lleve toda
la gloria, y no dejar ni una pizca para nosotros? “No a
nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu
misericordia, por tu verdad.” Sal.115:1
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