sábado, 30 de septiembre de 2017

Dejemos la ira y desechemos el enojo

¿Qué nos aconseja el Señor con respecto a la ira, al enojo?
Que la dejemos y desechemos: “A veces, mi agresividad era sutil, y otras veces muy ruda. Pero, de cualquier forma, era injuriosa - y tal vez letal - para numerosos incrédulos. Huelga decir que estas actitudes no se manifiestan únicamente en el trabajo... Es muy probable que vayan infiltrándose en nuestras relaciones con todo el mundo. Hoy todavía, me veo en ocasiones cantando ese mismo refrán obstaculizador: "Haz lo que yo hago, cree lo que yo creo, si no.…” Bill Wilson; “El Lenguaje del Corazón”; pág.252.

El deseo de dominar y controlar a personas, acontecimientos y acciones nos llevan muchas veces a la ira y con ella a la intemperancia. Esto es, tenemos falta de moderación, de tacto, de diplomacia, de amabilidad.  Por el contrario, el enojo nos llega a controlar tanto que terminamos haciendo algo brusco y malo.  Luego esta actitud nos hace sentirnos mal.  Dios pues nos ordena: “Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo.”  Sal.37:8.

Padre, que haya en nosotros sanidad emocional de tal manera que la ira no nos lleve a ese enojo desmedido que nos hace realizar tonterías que afectan a otros.  Líbranos de la ira y el enojo Señor en el nombre de Jesús, amén.  Tu hermano y amigo Daniel Aragón.  Feliz día en el Señor. 

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