Los extraviados de
espíritu y los quejumbrosos: “Vine al Señor, ¿y qué obtuve? Sólo males
por doquier: del trabajo me despidieron, de mi esposa me separé. Ahora ella a
mis hijos se va a llevar. ¿cómo pudo esto pasar? —se quejó Eulalio ante su
maestro el sabio Gaudencio. Él le dijo sin vacilar: “La autocompasión o
conmiseración es un mal que no te permite crecer ni desarrollar. Es ser un
murmurador, te quejas de todo y de todos; mascullando por dentro tu dolor. A todos responsabilizas, por supuesto, menos a
vos. Es parte de una senda desviada del Camino, ese sendero Divino que Dios en
Cristo nos ha regalado. Ahí está la verdad, ahí la paz. Ahí la sabiduría, ahí
la inteligencia. Aprende pues a no quejarte más, y a tomar las riendas de tu
vida y aceptar tu responsabilidad.” Cuentos
del Reino; Daniel Aragón; “La autocompasión es un mal mayor”; 22-02-2018.
Todos
de una manera o de otra hemos usado esta arma peligrosa: La autocompasión. Es dañina
porque nos permite convertirnos en víctimas. Responsabilizamos a todos por
nuestra afectada situación. A los padres, a los hijos, al (a la) consorte, a
los amigos, al país, al trabajo, al jefe que tienes, al gobernante que está, y
¿por qué no?: A Dios nuestro Señor. La autocompasión, es parte de los caminos
extraviados que hemos tomado. Pero hay una promesa en Dios: “Y los extraviados de espíritu aprenderán
inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.” Is.29:24.
No hay comentarios:
Publicar un comentario