¿Cómo debe de
estar el corazón del creyente ante el posible fracaso?
Seguro, sin temor:
“La
verdad que estoy paralizado, tengo temor a convertirme en un fracasado. Tengo miedo en emprender mi negocio otra vez,
a hacerlo de nuevo. Temo fracasar una y
otra vez.”—le confesó Eustaquio a su maestro de fe. El sabio Gaudencio se quedó un momento
cavilando en silencio; luego, así le aconsejó: “Jamás tengas temor del fracaso,
sólo es fracaso si te dejas vencer y no lo vuelves a intentar otra vez. Fracasar nos hace fuerte, nos hace de Dios
depender. El fracaso te obliga a aprender. Te enseña, te guía, por él tú meditas. Te perfecciona,
te hace sabio, aprendes a no temer, a ser persistente; a volver a emprender una
y otra vez, hasta la victoria obtener” Cuentos
del Reino; Daniel Aragón; “No temas fracasar y con Dios vuélvelo a intentar”;
26-10-2017.
Muchos
de nosotros no queremos darnos cuenta que fracasar no es el acto en sí de
perder una lid, o no alcanzar una meta o de obtener un éxito en cualquier
empresa. Fracasar es un estado mental, que deja escapar una gran oportunidad
para la victoria alcanzar. Tiene que ver
con la fe, cuando pierdes fe, en realidad fracasas. ¿Cuántas veces fracasaste
para aprender a caminar? Sin embargo,
¿te detuvo cada caída que tuviste? No. Porque tenías fe, y así de caída en caída
aprendiste. No sólo a caminar, sino
hasta correr y jugar. Y cuando querías
aprender a andar una bicicleta; ¿cuántos chollones te hiciste? ¿Te detuvo cada uno de tus fracasados
intentos? No, así aprendimos. El corazón del creyente jamás debe de tener
temor a esto, porque jamás fracasamos. Al
final vemos vencido a nuestros retos, empresas y enemigos. “Su
corazón estará seguro, no tendrá temor, y al final verá derrotados a sus
adversarios.” Sal.112:8 (NVI).
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