¿A quién hemos de
dejar la justa ira?
A nuestro Dios y
Señor: “Estoy
muy molesto, indignado. Justa ira tengo,
ellos no son de mi agrado. Y sé que Dios
me ha de utilizar como instrumento, de mi sabrán qué cosa es el tormento”—Gritó
a todo pulmón, enfurecido Eustaquio. Gaudencio
tan sólo le dijo: “No, no mi querido hermano.
Eso sólo es ira de humanos. Si por
ellos te sientes lastimados, te aseguro que tal sentimiento es equivocado. Deja al Señor la ira santa, deja para Él el
enojo justificado. Definitivamente deja
esa cólera a quien en realidad está calificado” Cuentos del Reino; Daniel Aragón; “La justa ira del Señor”;
21-10-2017.
Pensamos y creemos
que nosotros tenemos el derecho para enojarnos de manera desmedida por aquellas
razones que creemos convenientes. Si vemos
algo que nos parece injusto, entramos en cólera y queremos “justicia”. Si nos ofenden, pensamos que esto es argumento
suficiente para sentir esa ira desmedida, a la cual nosotros llamamos “santa” o
“justificada”. La verdad es que debemos
de aprender a dejar ese tipo de furor al único que la merece tener: A nuestro
Dios y Señor. Debemos pues de aprender a
no enojarnos, y si nos airarnos a no pecar, sin tratar de vengarnos. Por algo dijo Robert Ingersoll que “La cólera
es una ráfaga de viento que apaga la lámpara de la inteligencia” “Y la ira de Jehová se encendió contra
Israel, y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue
acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová.” Nm.32:13.
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