domingo, 25 de junio de 2017

¿A quién se debe de dar la adoración y la gloria?
No a nosotros, sino al nombre del Señor: “Hace poco vi un busto del general Obregón en el palacio de Chapultepec, en México.  Bajo el busto están grabadas estas sabias palabras de la filosofía del general Obregón: “No temas a los enemigos que te atacan, teme a los amigos que te adulan” …El Rey Jorge V tenía un juego de seis máximas en las paredes de su estudio en el palacio de Buckingham.  Una de sus máximas rezaba: “Enséñame a no recibir elogios baratos”.  Eso es la adulación; “elogio barato”.  Una vez leí una definición de la adulación que vale la pena reproducir: “Adular es decir a la persona lo que se piensa de uno mismo” Dale Carnegie, “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” (1936); pág.19.

Un párrafo antes de la cita anterior, Dale Carnegie nos dice: “La diferencia entre la apreciación y la adulación es muy sencilla.  Una es sincera y la otra no. Una procede del corazón; la otra sale de la boca.  Una es altruista, la otra es egoísta. Una despierta la admiración universal; la otra es universalmente condenada”.  La adulación es un arma doble: Por un lado te quieren bañar de gloria; por el otro lado, quien te adula a sí mismo se admira.  Ambos lados tienen carácter narcisista, egocentrista.  Por tanto, no podemos en ningún momento recibirla.  “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad.”  Sal.115:1.


Padre, que nuestro corazón y oídos jamás se presten a recibir adulación de nadie, porque tal recepción es egolatría.  Pero no es a nuestro nombre a quien debemos dar gloria, sino a tu nombre.  Por eso nosotros pedimos esto en el nombre de Jesús, en ese dulce y bello nombre.  Tu hermano y amigo Daniel Aragón.  Feliz día en el Señor.

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