¿A quién se debe
de dar la adoración y la gloria?
No a nosotros,
sino al nombre del Señor: “Hace poco vi un busto del general Obregón en el
palacio de Chapultepec, en México. Bajo el
busto están grabadas estas sabias palabras de la filosofía del general Obregón:
“No temas a los enemigos que te atacan,
teme a los amigos que te adulan” …El Rey Jorge V tenía un juego de seis
máximas en las paredes de su estudio en el palacio de Buckingham. Una de sus máximas rezaba: “Enséñame a no recibir elogios baratos”. Eso es la adulación; “elogio barato”. Una vez leí una definición de la adulación
que vale la pena reproducir: “Adular es decir a la persona lo que se piensa de
uno mismo” Dale Carnegie, “Cómo ganar
amigos e influir sobre las personas” (1936); pág.19.
Un
párrafo antes de la cita anterior, Dale Carnegie nos dice: “La diferencia entre
la apreciación y la adulación es muy sencilla.
Una es sincera y la otra no. Una procede del corazón; la otra sale de la
boca. Una es altruista, la otra es
egoísta. Una despierta la admiración universal; la otra es universalmente
condenada”. La adulación es un arma
doble: Por un lado te quieren bañar de gloria; por el otro lado, quien te adula
a sí mismo se admira. Ambos lados tienen
carácter narcisista, egocentrista. Por tanto,
no podemos en ningún momento recibirla. “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino
a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad.” Sal.115:1.
Padre,
que nuestro corazón y oídos jamás se presten a recibir adulación de nadie,
porque tal recepción es egolatría. Pero no
es a nuestro nombre a quien debemos dar gloria, sino a tu nombre. Por eso nosotros pedimos esto en el nombre de
Jesús, en ese dulce y bello nombre. Tu hermano
y amigo Daniel Aragón. Feliz día en el Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario