Nuestro eterno
Dios: “…Guárdame
de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la
lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son
oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a
alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mí un ser
humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el
momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo
pido, sino lo que necesito; en tus manos me entrego. ¡Enséñame el arte de los
pequeños pasos!” Antoine de Saint-Exupéry, autor de "el Principito”; Parte de una
oración en un momento especial de su vida.
Nuestra
actitud al afrontar los constantes desafíos que nos ofrece este mundo afectado
y caído, es, y debe de ser, la total y absoluta confianza en Dios. Contamos con su ayuda, con su consejo, con
sus milagros, con su revelación, con su fortaleza, con su paz, con su
provisión, con su gozo y por supuesto: con su Amor. Me ocupo mi Dios de servir a los demás, Tú te
encargas de mí. Es un excelente dueto que en realidad en uno. “El
eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; Él echó de delante de
ti al enemigo…” Det.33:27.
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